El color del recuerdo

No podía decir que llevase mucho tiempo viviendo allí pero tampoco tenía la sensación de que pudiera acostumbrarse en un futuro a ese lugar. Un grupo de niños jugaba en los columpios aun a pesar de que nevaba, ella les observaba sentada en un banco tapada hasta arriba, sus ojos azules casi blancos repasaban cada uno de los movimientos, demasiado lentos para ella, pero parecía que estaban felices, un sentimiento que le era desconocido ya que en su mundo todo constaba en ser indiferente.

Varios bajaban por el tobogán, otros se tiraban bolas de nieve y había quien se atrevía a columpiarse en los resbaladizos columpios, sus madres les protegían desde los bancos, a pesar de ser una ciudad peligrosa había tiempo para el ocio.

Uno de ellos se acercó a Jara curioseando y miró el libro que esta sostenía entre sus manos.

- ¿No es aburrido leer?, ¿prefieres jugar con nosotros?, ¿porqué tienes el pelo blanco?, ¿estás muerta?

Jara abrió los ojos con expresión de ofensa y negó a todas sus preguntas con la cabeza, realmente aquel niño no había empezado bien su conversación y eso le molestaba, o al menos eso creía. Un grupo que se estaba tirando bolas de nieve alcanzó al chico que hablaba con Jara en la nuca, y esta al ver otra bola en su dirección puso el libro en medio para que no le dieran lo que causó que esa bola que iba dirigida a ella salpicara más al otro niño. Este se enfadó y le acusó de haberle lanzado una bola cuando él quería ser amable, como una manada de lobos hambrientos pronto los demás buscando pelea empezaron a acusarla y a bombardearla con bolas de nieve.

No estaba en su enseñanza pelearse con los demás humanos por lo que se dedicó a esquivar las bolas como pudo, pero no evitó acabar empapada, sus ojos buscaban la ayuda de la gente adulta, pero solo se libró de la batalla contra ella cuando les mandaron volver a sus casas.

Jara se quedó allí empapada de nieve helada que se fundía en su pelo y su ropa sin comprender porqué le había sucedido eso.

Andaba acechando por allí, oliendo a sangre humana, cuando un holor familiar me vino a la cabeza, me acerqué donde un grupo de niños y allí divisé a alguien conocida... no podía ser... 1 año había pasado y había crecido.

Me tiré del edificio cayendo cerca llamando la atención de la chica paraq no asustarla:

¿jara?... ¿hija mia?-dije mirándola-Soy Lucanord tu padre... ven aquí hija mía.

Una palabra se cruzó por su mente cuando sintió el suave caer de Lucanord a su lado: "Vampiro", sí, aquellas criaturas contra las que se debía defender, aquellas bestias para las que había sido entrenada a luchar, desahogaría sus ganas de venganza nacidas por la pelea de bolas de nieve contra aquella amenaza, poco prudente había sido el acercarse hasta allí.

Se giró sobre sus talones a una velocidad impactante para su edad y sin pensárselo lanzó un par de dagas escondidas en las mangas de su abrigo hacia su adversario, su padre le había enseñado ese truco, su padre...

Los ojos de la joven se abrieron de par en par, aquel olor, aquella presencia se contrarrestaban con la imagen que estaba viendo, no comprendía como podían surgir ese cúmulo de sensaciones de la persona que tenía delante, con una mano aferrando una ligera espada que siempre llevaba consigo, la otra el libro y la mirada aterrada. Aquello era lo llamado confusión.

Observando su ataque, me agaché y agarré las dagas en cuanto pasaron mi dirección irandolas a la nieve a su lado, sonriendo con ternura a la chica acercándome a ella, notando que agarraba su espada... parándome en seco:

Bien mereces una explicación... a tu madre y a ti os abandoné por que mi clan de cazadores me abandonó... y querían dar conmigo... y si no me daban cpor muerto pues me chantajearían contigo y con mama...-dije epxplicandole tiernamente-Lo de ser vampiro.. me convirtieron hace un par de días... alguien fue más astuto que tu padre... no te haré daño... se que es lo que te enseñé... pero antes de que intentes destruirme como bien te enseñé y no te negaré... déjame que te abrace... una última vez...

Detrás de mis gafas de sol, una lágrima sobresalió... estaba llorando... había encontrado a mi hija... y ella había encontrado a su padre... pero de que manera... lo había encontrado convertido contra lo que debía luchar

No iba a fiarse tan rápido, podría ser una trampa por lo que retrocedió unos pasos y alzó la espada que en ese momento le pareció de juguete, ¿dolor?, sí, esa podría ser la sensación de su corazón en ese momento.

Era un vampiro, una amenaza, un ser que se alimentaría de su sangre si pudiese, aquel no era su padre, no podía serlo, al fin y al cabo era su ejemplo a seguir, para ella solo se había marchado por un tiempo, era demasiado difícil ver caer a un héroe.

Vi sacar su espada... la primera que le regale... cerré mis ojos agachandome colocándome a su altura pero sin acercarme, saqué mis dos katanas mi ballesta, mis dos pistolas mis dos brazaletes, mi cuchillo de plata y mis bombas de luz solar para debilitar y las lancé al suelo, alejándome tres pasos:

No me reconoces aun... ves en mi un monstruo... pero no soy malvado... nunca lo he sido... solo como una vez cada dos días y no llego a matar al humano... me cuesta... pero me acostumbraré-dije con una sonrisa-Yo te enseñé lo que sabes... sabes que ese es mi arsenal... y mi moto mi transporte... siempre lo has sabido.

Su mente trataba de razonar, pero por muy inteligente que fuera le era incapaz el comprender como su padre podía haber acabado así, le era realmente difícil, al fin y al cabo seguía siendo una niña de no más de diez años y no pudo evitar llorar, aquel sentimiento la estaba destrozando por dentro, realmente no sabía si le dolía más el que se marchase de su lado o el reencontrarle así.

Jara seguía con la espada en la mano, la nieve seguía derritiéndose en su pelo, pero a penas era perceptible, el único calor que sentía en ese momento era el de sus lágrimas salandole las mejillas, confusión, ¿que debía hacer?, ¿era un monstruo o su padre?

Mirándo como lloraba se me vino a la cabeza una cancion de cuna que le cantaba... me senté en el suelo mirándo a este dejando que cayeran los copos de nieve sobre mi pelo, cantando mientras me quitaba las gafas de sol dejando caer lágrimas que derretian la nieve:

Vamos mi pequeña, la noche cayó...
el cielo estrellado desea tu amor,
un mar de sueñor,
te ha de embargar
donde tus sueños...
se harán realidad...

Lo canté lo mejor que pude... erramando lágrimas despues de eso... llevandome mis manos a a la cabeza y llorando desconsoladamente.

La empatía infantil, una verdadera maravilla. Jara se llevó la mano que dejó de sostener el libro - ahora hundiéndose en la nieve- a la boca en un aire inocente de confusión, por suerte, la mentalidad de un niño es mucho más abierta que la de un adulto y el ver llorar a su padre aun sabiendo que no se había desprendido de todas sus armas pues un vampiro siempre lleva consigo la más poderosa se acercó arrastrando los pies.

Dejó caer la espada al suelo y sacó un pañuelo de su bolsillo, letras bordadas con la J y la C entrelazadas, se lo tendió aun confusa, estaba llorando y sentía pena por él, realmente no sabía que hacer. Miró triste a Lucanord y recordando las noches de desconsuelo que ella había sufrido le abrazó por la espalda, posiblemente hubiera cantado si su mudez se lo hubiera permitido.

Estaba frío, pero con el perfil apoyado en él aun podía escuchar su corazón.

Mirando que se acercaba, sin dejar de llorar, tomando aquel pañuelo, el cual se veía la J y la C..."Jara Casev" me sequé las lágrimas mientras noté que me abrazaba por mi espalda... sentir aquel calor de mi hija... en ese momento me reconfortó mas que cualquier cosa, el olor de su sangre me era ínfimo frente a mi cariño por ella, por lo que hacia posible el contacto físico y controlar mi instinto.

Cuando me sequé mis lágrimas elevé mi mano hacia la suya que estaba apoyada en mi cuello por el abrazo y se lo entregué sonriente, tan solo susurrando una palabra:

Gracias-dije con ternura

Cuando le di su pañuelo mi mano se elevó lentamente a su rostro acariciándolo, mientras miraba al frente... sonriente, alegre.. no quería que se desprendiera de mí... pero seguramente... con la educación que le dí... no le quedaría otra.

Al parecer el conocer que su padre seguía ahí le recordaba algo maravilloso, tendría que ir a contárselo a su madre en cuanto llegase a su casa, seguro que se ponía feliz como ella.

Jara le negó el pañuelo, se lo metió en el bolsillo de la enorme chaqueta negra y como intentando ver que el pañuelo se quedaba en el abrigo de su padre se separó unos pasos y luego sonrió. Le tomó la mano helada con sus guantes mojados por la batalla en la que no había salido bien parada y tiró de él para que regresase a casa, su madre tenía que verle.

Sonreí con dulzura, cuando me guardó ese pañuelo, mis ojos rojos se tornaron negros azabaches... como ella me conocía, recobrando así la poca humanidad que me quedaba gracias a ella, levantandome en cuanto ella dejó de abrazarme.

Cogiendo su mojada mano, entendiendo lo que decía, asenti con la cabeza dispuesto a seguirla, indicándole que cogiera sus armas no debíamos pasear desarmados, yo recogería las mias tambien...

Cogió el libro y se lo intentó guardar en el bolsillo, pero al ver que no entraba se resignó a llevarlo en la mano, la espada quedó oculta de nuevo en el abrigo blanco y con el rostro feliz pero empapado caminó tirando de la mano de su padre hasta su casa, no era tonta, sabía perfectamente que era un vampiro y que ella vivía en un mundo de cazadores por lo que no le llevó por las calles principales ni por las que todavía pudieran ser transitadas por otra gente.

Cuando llegaron a su casa Lucanord pudo ver que se trataba de una pequeña de dos plantas, arriba probablemente las habitaciones y abajo una gran sala que recogía la cocina, el comedor y el salón en una sola llevando al jardín con vallas en el que estaba el baño, todo un lujo en aquella época.

Jara abrió la puerta con una llave que colgaba de su cuello y entró justo antes que su padre. Las escaleras de caracol rechinaron y una voz conocida para ambos bajó preguntando.

- Jara, es tarde ya ¿dónde has...?

Su madre lo había visto y en ese momento fue cuando la pequeña se empezó a preguntar si su madre sería capaz de entender como ella o si al ser ya una adulta tendría la mente cerrada y lejos de ver a su antiguo amor vería solo un vampiro.

Cogí mis armas guardando tanto mi ballesta a mi espalda como colocando las dos espadas nuevamente encruz por delante, colocándome luego los brazaletes y el cinturón con varios equipamientos entre ellas las bombas, y las navajas esconidas, cogiendo también las gafas de sol y colocándomelas.

Dando un paseo por callejones, llegué a una casa la cual entramos, parecía la nueva morada de Jara... un olor familiar se me hizo presente... sin necesidad de avanzar hacia ella, dado que ella se presentó hablando a la niña y quedándose mirándome, sonriendo con dulzura:

Hola Maire-dije con ternura mirándo lo sorprendida que estaba cogiendo aún a mi hija de la mano..

La mujer estaba perpleja, pero aquel era el instinto materno y lo demás eran tonterías, se abalanzó sobre Jara apartándola de Lucanord y sacando de detrás del sofá una ballesta para apuntarle directamente.

- ¿A que has venido aquí?... vampiro...

Dicho esto último no pudo sostener el miedo a haber perdido lo que tuvo un día del peor modo que se le podría presentar a un cazador, sus ojos brillaron y pronto desprendieron lágrimas de dolor. Jara que no podía ver así a su madre la abrazó, no quería que llorase bajo ningún concepto, pero no comprendía que hacer. ¿Tenía que haberse defendido de su padre?, no la había atacado, pero ellos eran adultos por lo tanto sabían más que ella, ¿y si se había equivocado al traerle a casa?

Mi esposa... o mejor dicho ex... por que la muerte nos había separado, apartó a la niña de mi lado... agachando mi cabeza momentaneamente quitandome las gafas de sol y enseñando mis ojos negros azabaches...

He venido por que ella me lo ha pedido... no has de temerme... ni a tu ni ella sufrirá daño alguno... a pesar de ser lo que soy... lo que prometí destruir... no he perdido toda mi humanidad-dije mirándola con ternura, observando la ballesta, exactamente igual que la mía, dado que la había hecho yo

Mirando el abrazo de la pequeña Jara a Maire... sonrei con mas ternura aún... los sollozos de la mujer me hacía comprender, que acababa de recibir un palo demasiado grande:

Maire... lo primero que sepas... que os abandoné por que el gremio de cazadores me dieron por muerto... y si hacia que tu y la niña así lo creyeran estaiais mas seguras de ellos... -dije-Por otro lado.. me iré... no volverás a verme... pero en cuanto vea el más mínimo indicio de ataque hacia ustedes os defenderé...

- No dices más que tonterías, sal de mi casa ahora mismo, no eres bienvenido, desde el día que te marchaste tus razones perdieron peso en esta familia- dijo Marie con los ojos llenos de enfado y la voz de una angustia amenazante.- No perteneces a este mundo de vivos vampiro, márchate y no te vuelvas a acercar a mi hija o te juro por su vida que disparo.

A la dura madurez, Jara no comprendía porqué ser frío y cruel con los demás formaba parte del mundo adulto, aunque los niños podían serlo más lo hacían sin saber que lo eran, eso es lo que debía aprender, a maltratar a los demás tocando heridas que dolían más que otras.

Jara se puso delante de la ballesta mirando a su madre con ojos tristes. Lo que hizo que la confusa mujer dudara.

- No te interpongas cielo, ese de ahí ya no es tu padre, sabes que no puedes fiarte de ellos tengan la apariencia que tengan. Sube a tu cuarto, ya.

La niña miró hacia atrás un instante y obediente subió las escaleras con lentitud, aquello era difícil de razonar y eso le molestaba.

Maire estaba completamente cabreada, yo entendía el porque... me fui... pero tambien fue por ellas dos por mis dos mujeres... mi amada y mi hija... varias lágrimas salieron de mis ojos, cogiendo aire:

Maire... me iré de esta casa... pero no me pidas que no vea a mi hija... despues de verla... será imposible para mí-dije viendo como se interpuso

Iba a decir que se marchara de frente la ballesta pero no hizo falta... esta salió para su habitación, mirándo a Maire antes de marcharme:

Sigues siendo igual de hermosa Maire... siento haberte perdido y abandonado... siento incluso lo que soy... si os abandoné fue por el bien de las dos...-dije mirándola, observando de reojo la ballesta por si disparaba

- Basta de mentirme, puedes engañar a tu hija como la bestia en la que te has convertido, pero a mi no, y si le pasa algo a Jara no te lo perdonaré nunca, no descansaré hasta hacer mi trabajo, márchate, te estoy dando demasiada ventaja, seré complaciente solo esta vez para que Jara no vea lo que queda de su padre en el suelo de su casa, pero la próxima vez que te atrevas a venir aquí no dudaré.

Jara era muda pero no sorda se había quedado escuchando la conversación al final de las escaleras, nunca en su vida habían discutido, ¿porqué ahora no podía ser como antes?, sí, su padre era un vampiro, pero si realmente fuera como los demás ya le hubiera atacado ¿no?

Bajé la cabeza bastante decaído, me sentía solo de nuevo... no iba a poder ver a mi hija... lo volví a intentar... una última vez:

Maire... por favor-dije mirándola-Seré un vampiro pero tengo el mismo cerebro... hay algo que me diferencia de los demás... no soy un purasangre... mi mente piensa en mi vida anterior... no hay otra cosa en ella...-dije mirándola-Aun recuerdo cuando te salvé la vida en aquella madriguera de hombres lobo... allí nos enamoramos...

Era mi último intento, sabía que era inútil por lo que me giré para abandonar la casa... deseando que ella me dijera que parara y entrar en razón... pero Maire sabía muy bien su misión y no anteponía sus sentimientos a su deber... era una batalla perdida.

La ballesta sonó, Maire había cargado, el oído de la pequeña Jara le hizo saltar del suelo y esperar no escuchar el disparo de la flecha que seguramente sería lo siguiente.

La niña se agarró a los barrotes de las escaleras y apretando fuerte cerró los ojos como si así pudiera escuchar mejor. El sonido de un reloj de pared era lo único que se escuchó después y la puerta de la calle, se había ido, se había ido y no volvería a verle, ¿ o sí?

Maire cayó al suelo de rodillas cuando Lucanord se fue y arriba al final de las escaleras como un espejo Jara hizo lo mismo, para ambas se acababa de crear una nueva ruta en sus vidas.